Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Miguel Alemán, el presidente multimillonario

* Quedó a deber mucho al pueblo mexicano

 

El homenaje al expresidente Miguel Alemán Valdés, al cumplirse 25 años de su muerte, dejó evidentemente de lado los cuestionamientos que quedaron plasmados cuando dejó la presidencia, el 30 de noviembre de 1952.

Alemán murió el 14 de mayo de 1983 en la Ciudad de México y dejó una fortuna a sus hijos que fue producto de los múltiples “negocios” que hizo cuando ejerció el poder.

Segundo en la línea de cuatro generaciones de personajes con el nombre “Miguel Alemán”. Su padre fue el general Miguel Alemán González, que como parte de la llamada “rebelión escobarista”, fue cercado por las tropas federales en un lugar llamado “Mata de Aguacatillo” donde, sin posibilidad de escapar y amenazado por el fuego que sus perseguidores habían prendido al bosque que lo rodeaba, se suicidó. Era el año de 1929.

Alemán Valdés había nacido 29 años antes, el 29 de septiembre de 1900 en Sayula, Veracruz, y cuando murió su padre se preparaba para su primer cargo público, la diputación por su estado natal, que ocupó en 1930. Tres años después se hizo cargo de coordinar la campaña a la presidencia de Lázaro Cárdenas.

El primero de septiembre de 1936 protestó como senador, pero debido a que el gobernador electo de su estado, Manlio Fabio Altamirano, fue asesinado el 25 de junio anterior, se organizaron elecciones extraordinarias para sustituir al ausente, que ganó Alemán y tomó posesión ese mismo año.

A Manlio lo mataron asesinos a sueldo en el Café Tacuba, en el centro de la Ciudad de México, y como tal suceso le permitió a Alemán ser gobernador, siempre quedó la sospecha, entre diversos sectores de la población, de si estuvo involucrado de alguna manera en el asesinato.

Lo mismo sucedió diez años después. Maximino Ávila Camacho, hombre poderoso, hermano del presidente de la República, se oponía a que Alemán Valdés fuera seleccionado como candidato del PRI para la presidencia de la República y falleció en circunstancias “raras”, por decirlo de alguna manera, el 17 de febrero de 1945. Así que, sin tal oposición, Alemán fue el candidato y luego presidente de México a partir del primero de diciembre de 1946.

La muerte de Maximino quedó descrita por el autor de estas líneas en el “Personajes” del 15 de febrero de este año: “El último día de su vida, Maximino fue a Atlixco, donde dio su último discurso y herido mortalmente por dos infartos fue trasladado a su casa de Puebla, donde falleció.” Pero con todo y que los médicos que lo atendían certificaron que la causa de su fallecimiento fue la que se señala, siempre quedó en el pueblo la sospecha de que Alemán lo había mandado envenenar, para lograr la presidencia.

En su novela “Arráncame la vida”, Ángeles Mastretta describe la muerte de Maximino como producto del envenenamiento, aunque por otras causas.

Vicente Lombardo Toledano era la cabeza de la organización obrera más grande de México, la CTM, cuando “destapó” a Alemán Valdés como candidato a la presidencia, en 1945. Le llamaba “El Cachorro de la Revolución”, haciendo una simbiosis entre la herencia de su padre, el general revolucionario Miguel Alemán González y los hijos de la misma revolución que ahora vendrían por la cosecha.

Dice Enrique Krauze, en su libro “La Presidencia Imperial”, que cuando Lombardo vio los negocios y las corruptelas que se daban durante el sexenio alemanista, se arrepintió del respaldo que había dado al “Cachorro”. “Vivimos en el cieno”, afirmaba Lombardo sobre los años del mandato de Alemán.

Y es que, efectivamente, como presidente, Alemán irrumpió en todo tipo de negocios. Cuando tomó posesión, en 1946, la paridad monetaria era de $4.85 pesos por dólar y al entregar el poder, en 1952, era de $8.65. Alemán devaluó el peso tres veces: en 1948, a $5.74; en 1949, a $8,01; y en 1950, a $8.65.

Pero su sucesor, Adolfo Ruiz Cortines, se quejaba del estado en que había tomado las finanzas nacionales y señaló esto como el motivo por el que tuvo que devaluar el peso dos veces, a $11.34 en 1954 y a $12.50 en 1955.

Krauze señala, en el mismo libro citado, que la deuda que México tenía con la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila —que no era mexicana, sino inglesa— debido a la expropiación de la industria petrolera de 1938, fue comprada como particular por el mismo Alemán para, como gobernante, aceptar liquidar a “los accionistas” algo más de mil millones de pesos divididos en quince anualidades, que terminó de pagar el presidente Adolfo López Mateos.

Pero los accionistas eran.. El propio Miguel Alemán y sus amigos. La compra de las acciones de “El Águila” convirtieron al presidente en uno de los hombres más ricos de México, aunque él después diría que su riqueza la debía a que en compañía de tres amigos, Rogelio de la Selva, Gabriel Ramos Millán y Manuel Ramírez Vázquez había comprado el Rancho Los Pirules y lo había transformado en el magnífico negocio que fue fraccionarlo para crear Ciudad Satélite, en el norte de la Ciudad de México.

Claro que ya metidos a urbanistas, hicieron lo mismo en Cuernavaca, para lo cual también se ayudaron del gobierno federal, que hizo la autopista a esa población. Formaron la ahora famosa Colonia Anzúres, Polanco y fraccionaron la hacienda de los Morales.

La lista de negocios que Alemán hizo sirviéndose de su carácter de presidente de la República, es interminable. Acapulco es otro de los muchos ejemplos y el presidente era muy dado a poner su nombre a las obras que llevaba a cabo, como la Costera Miguel Alemán, o el Viaducto Miguel Alemán, siempre con el objetivo de verse beneficiado con los negocios que las obras federales le redituarían, comprando todos los terrenos alrededor de las mismas para fraccionar y urbanizar por su cuenta.

A propósito de “El Águila”, antes de recibirse como licenciado en Derecho y quince años antes de la expropiación, Alemán trabajó en esa empresa, en 1923.

“Mister Amigo”, como le llamaban en Estados Unidos, se hizo millonario durante la presidencia e impulsó a sus amigos para que también lo hicieran, dejando al país sumido en deudas que no tenía porqué pagar, pero que debido a “la lealtad institucional”, nadie le reclamó.

Se le acusa también de proceder de manera violenta contra los trabajadores, contra miembros del Partido Comunista que desfilaban un primero de mayo, concretamente, y fueron recibidos a balazos por las “fuerzas del orden”, durante su mandato.

Quedan para la narrativa anecdótica sus aventuras amorosas. La actriz brasileña Leonora Amar fue la más conocida, aunque se mencionaba también a María Félix, al grado de afirmarse que la esposa de Alemán Valdés, Beatriz Velasco Mendoza, la encontró en el aeropuerto de la Ciudad de México y le soltó una bofetada.

Otra anécdota cierta fue cuando amenazó con desheredar a su hijo Miguel Alemán Velasco, si se casaba con la actriz Christiane Martell, quien había sido Miss Universo en 1953 y había estado casada con Ronnie Marengo, de quien se divorció en 1955, pero pudo más el amor de Christiane y Miguelito y se casaron contra la voluntad paterna. La cuarta generación de los llamados “Miguel Alemán” la encabeza ahora el dueño de la aerolínea Interjet, hijo de ambos, Miguel Alemán Magnani —este último, el apellido real de Christiane—.

No se critica el hecho de que los descendientes hagan un homenaje a Miguel Alemán Valdés al cumplirse el aniversario número 25 de su fallecimiento, claro que están en su derecho y además, a ellos no sólo no les quitó nada, al contrario, los dejó muy bien provistos.

Sus herederos políticos, por otra parte, tampoco han dicho nada sobre el asunto porque fue precisamente Alemán el que transformó el anterior PRM en PRI, en 1946, pero a 56 años de que dejó el poder, a casi ocho de que el PRI perdió la presidencia, ya nadie debe sentirse en deuda con el expresidente, ni debe temer a las acciones de un hombre que ya murió.

Si creían deberle algo, ya le pagaron a su hijo, con la gubernatura del estado de Veracruz, de la que fue titular de 1998 a 2004.

Pero la realidad es que nadie le debió nunca nada a Miguel Alemán Valdés (fuera de sus amigos). Fue él quien quedó a deberle a la nación lo que se apropió de la deuda por la expropiación petrolera y por los negocios ilícitos, que no debió llevar al cabo desde su puesto como presidente de México. Su misión era servirle al pueblo, no servirse de él.

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